lunes, 9 de enero de 2017

Bruno Mesa: «Los únicos libros que me interesan son aquellos que me quitan la razón».

Ed. Impronta, 2015
Bruno Mesa (Tenerife, 1975) irrumpió en el panorama literario español en el año 2000, cuando obtuvo el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Joven Creación por su libro El laboratorioDesde entonces ha ido construyendo una obra minuciosa y heterogénea compuesta por los poemarios Nadie, El libro de Fabio Montes y Testigos de cargo, los relatos de Ulat y otras ficciones, la novela El hombre encuadernado, el libro de ensayos y aforismos Argumentos en busca de autor, y diversas traducciones, de autores italianos principalmente (Giorgio Vigolo, Camillo Sbarbaro, Edoardo Sanguineti o Paolo Febbraro). Su última creación es el diario No guardes nada en tus bolsillos (Impronta, 2015), donde recoge su estancia de nueve meses en Roma.

-En el prólogo expresa su deseo de que el único protagonista del libro sea la ciudad de Roma. Efectivamente, el protagonismo principal reposa sobre la ciudad eterna, pero no menos relevante es el peso del narrador, quien, gracias a su mirada subjetiva, logra que las páginas en las que plasma la crónica de todo cuanto ve no alcancen la categoría de insípida postal ¿Qué opina al respecto?

Quizá he incumplido mi propósito, que era estar en los otros, pensar lo observado y no tanto al observador. Esa es la ciudad que buscaba, la que está en los cerebros y moldea una cultura. Más allá de eso no creo en una mirada objetiva en literatura: el escritor es un animal que siempre se interpone entre la realidad y el lector. El deseo de invisibilidad es un método, una actitud ante la escritura. Si pienso en Mrożek, en Pla o en James Agee solo puedo agradecerles ese deseo.

Bruno Mesa
-Aunque sea incurrir en el tópico, No guardes nada en tus bolsillos es una nueva aproximación a la figura clásica del flâneur, un homenaje a la exploración desinteresada inherente en la práctica del callejeo. Sin embargo, a pesar de esta premeditada ausencia de trama, existe en su recorrido por Roma un moderado suspense que hace que el libro, por momentos, parezca una ficción, y que el lector ansíe saber cómo será el desenlace...

Quizá se deba a que toda vida es una novela de suspense fallida: conocemos el desenlace y solo nos interesan los pasadizos del pensamiento, los desvíos y los hallazgos. También es posible que ese moderado suspense del que habla se deba a mis obsesiones y debilidades, que son una estructura no menos visible y aberrante que mis vagabundeos.

-El libro no es una excusa para que usted, como autor, se recree en su propia erudición ante los rincones históricos de la ciudad. Aunque sin llegar a descuidar ese aspecto, todo indica que su interés como observador pasa por la captura de las imágenes periféricas y mundanas de Roma. ¿Se propuso desde el principio darle al texto ese enfoque, digamos, sociológico, e incluso antropológico, tan distanciado de la mirada típica del turista?

La literatura de observación es una forma de intuición antropológica. Solo puedo decirle que me interesa la gente que parece invisible, los lugares de paso, las cafeterías donde se puede montar oficina, ciertas ruinas y algunas formas de la corrosión. Piazza Venezia me interesa mucho menos que la Magliana, con su refinada fealdad y sus esquineros. Digamos que el Foro Romano puede ayudarte a revisar la Historia, pero ante un barrio vigilado por bloques de diez pisos es necesario describir, y eso será siempre más complejo y necesario.

-Probablemente las partes más ácidas del libro son las que dedica a desacreditar la gestión del diplomático Enrique Panés al frente de la Academia Española en Roma. Resulta gozoso y revelador que subraye los déficits que arrastra dicha institución, ya que, por lo general, dentro de la imagen pública que se tiene de los organismos estatales repartidos por el extranjero lo que más brilla es el desconocimiento. Respecto a esas incompetencias de la Academia Española en Roma que usted denuncia, ¿piensa que se ha tratado de un caso específico o que ha sido una consecuencia natural un mal mayor todavía pendiente de subsanarse?

Aquella era una incompetencia alegre, petrificada, entera. Sospecho que la burocratización de la Academia de España en Roma o de la embajada en Italia no es algo exclusivo, porque ese moho es universal y suele crecer hasta invadir los cerebros, hasta que produce una especie de modorra neuronal. Es un hongo endémico de los ámbitos administrativos, pero supongo que habrá de todo: líquenes, parásitos...

-Por último, ¿qué le diría a los lectores para se aproximen a las páginas de No guardes nada en tus bolsillos?

Les diría que los únicos libros que me interesan son aquellos que me quitan la razón, que buscan grietas en el muro de las certezas y persiguen relatos incómodos, y que solo puedo escribir bajo esa perversión. En cualquier caso, diga lo que diga, los lectores que cada uno tiene son una especie de fatalidad. Quien ha leído unas pocas líneas mías ya sabe si le sirvo o si soy una molestia.


Benito Romero

*Notas
Agradecemos al autor del artículo su colaboración con nuestro blog.
Benito Romero Rodríguez (1983) es licenciado en Filosofía. Obtuvo el Premio Félix Francisco Casanova de Poesía (2002) y el Premio de Poesía de Juventud y Cultura de Canarias (2006), y ha colaborado en diferentes diarios y revistas de Canarias. Puede consultar sus publicaciones en nuestra Biblioteca.

La imagen de la cubierta pertenece a la editorial Impronta.
La imagen del autor fue tomada de su blog Argumentos en busca de autor .

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